Hoy, el vecino país se encuentra en una de las más fuertes crisis de su democracia. Ninguno de los próceres de las provincias de Caracas, Cumaná, Barinas, Barcelona y Mérida, ansiosos de arrebatarle el poder a España con la revolucionaria acta, hubiese imaginado tal balance.
Uno que ha llevado, incluso, a que varios importantes defensores de la Revolución Bolivariana le den la espalda. Entre ellos, el filósofo Noam Chomsky, quien se unió recientemente a la protesta por la liberación de la jueza María Afiuni, quien se tomó el atrevimiento, por falta de pruebas, de dejar en libertad a un empresario poco afín al presidente Hugo Chávez.
Que los jueces no se hayan movilizado en solidaridad, a pesar de las documentadas inadecuadas condiciones de encarcelamiento de Afiuni, del degradante trato que sufrió en el Instituto de Orientación Femenina y de la grave erosión de su salud, además, por supuesto, de su clara inocencia, sugieren sólo, como lo afirmó el mismo Chomsky, “un difícil ambiente de intimidación”.