El 23 de julio de 2014, Mikhail Voytenko -periodista especializado en temas marítimos- escribió una escueta crónica acerca de un misterioso barco fantasma de origen ruso al que calificó como una “bomba flotante”. Su nombre era Rhosus. Había amarrado en el puerto de Beirut en octubre del año anterior en busca de ayuda. Había zarpado semanas antes desde Batumi, Georgia, navegaba destartalado y su destino era Mozambique, África. Nunca llegaría. En su interior cargaba con un material inquietante que lo hacía extremadamente peligroso para toda una ciudad: 2.750 toneladas de nitrato de amonio.
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