En Cuba, todo rincón tiene su San Lázaro. Encorvados, apuntalados por muletas o moviendo su silla de ruedas, vestidos con el yute que caracteriza al santo o con los andrajos de Babalú Ayé, no hay que ir al célebre santuario habanero para encontrarse, frente a frente, con un anciano, un enfermo o un mendigo. La gente no sabe bien si este 17 de diciembre se celebra al santo católico que se levantó y anduvo, al pordiosero de los perros o al orisha yoruba. Lo único que está claro es que Lázaro –un nombre que las madres cubanas ponen con frecuencia a sus hijos si el embarazo fue difícil– es sinónimo de sufrimiento, y eso nunca falta. Desde la época colonial, cuando los esclavos africanos mezclaron su tradición con la que sus amos les imponían, San Lázaro fue el santo más cercano a lo terrenal y, por tanto, el más venerado; a veces incluso por encima de la Virgen de la Caridad (Ochún) o Santa Bárbara (Changó). Los tambores de su “velorio”, como en la canción de Bola de Nieve, se escuchan desde la noche del 16 de diciembre en cualquier parte del país y las alcancías de las iglesias se colman de monedas recogidas durante todo el año en los hogares.
martes, 17 de diciembre de 2024
La MENDICIDAD en Cuba es un reflejo del fracaso del Régimen Comunista en la Isla Bonita
En Cuba, todo rincón tiene su San Lázaro. Encorvados, apuntalados por muletas o moviendo su silla de ruedas, vestidos con el yute que caracteriza al santo o con los andrajos de Babalú Ayé, no hay que ir al célebre santuario habanero para encontrarse, frente a frente, con un anciano, un enfermo o un mendigo. La gente no sabe bien si este 17 de diciembre se celebra al santo católico que se levantó y anduvo, al pordiosero de los perros o al orisha yoruba. Lo único que está claro es que Lázaro –un nombre que las madres cubanas ponen con frecuencia a sus hijos si el embarazo fue difícil– es sinónimo de sufrimiento, y eso nunca falta. Desde la época colonial, cuando los esclavos africanos mezclaron su tradición con la que sus amos les imponían, San Lázaro fue el santo más cercano a lo terrenal y, por tanto, el más venerado; a veces incluso por encima de la Virgen de la Caridad (Ochún) o Santa Bárbara (Changó). Los tambores de su “velorio”, como en la canción de Bola de Nieve, se escuchan desde la noche del 16 de diciembre en cualquier parte del país y las alcancías de las iglesias se colman de monedas recogidas durante todo el año en los hogares.
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