Ilustración de Christianity Today. |
Por Alirio J. Leal
La pandemia llegó como un huracán. Al principio veíamos imágenes de algo muy distante, de algo que pasaba al otro lado del mundo y que afectaba a otros, que estaban del otro lado del mundo, hasta que el Covid-19 tocó a nuestras propias puertas, en nuestros remotos pueblos de nuestros distantes países y nos dimos cuenta que "esas cosas distantes" comenzaron a hacerse "cercanas". Así el virus llegó a la iglesia también.
Muchos pastores de las Iglesias Evangélicas alrededor del mundo, como obedientes borregos, no tuvieron problema para "obedecer a las autoridades, porque toda autoridad ha sido establecida por Dios" y prestos cerraron las puertas de esperanza a un mundo atribulado, desesperado y confundido.
Agunos pastores no supieron qué hacer cuando vieron que ya el sitio de reunión establecido, la iglesia, la "zona de confort" ya no estaba, la habían quitado de en medio de la sociedad sin ningún problema, sin ninguna resistencia y ahora la Iglesia se está reinventando en medio de la pandemia y de la dispersión de los hermanos quienes, tal como hiciera Elías, prestos se metieron a su respectiva cueva.
Agunos pastores, supongo porque no conozco ningún caso aquí en Chile, están llevando el mismo evangelio a los pobres, débiles, desamparados, viudas, huérfanos y extranjeros. Llevándoles comida, abrigo y esperanza en medio de la pandemia, sin tomar en cuenta sus propias vidas, como lo hubiera hecho Jesús y como lo hizo de hecho con los que estaban enfermos de lepra.
La pandemia ha presentado a las iglesias un abanico de posibilidades de servicio al prójimo, que pueden ir desde la fabricación de mascarillas para regalarlas a la comunidad donde están inmersas, hasta hacerle un delivery a algún anciano que no puede o no quiere salir a comprar algo en el mercado.
Dios le dijo a Israel, que estaba enfrascado en sus cultos y cuidaba de que todo se hicieran como mandaba la ley, sin descuidar ningún detalle, que estaba "hastiado de sacrificios". "Misericordia quiero y no sacrificios", les dijo. Los judíos entendían bien que cuando Dios hablaba de misericordia, les estaba hablando de algo más que hacer cultos y que cuando les hablaba de "hacer justicia", estaba hablando de hacer cosas y no sólo de saber cosas. La vida cristiana debe ser práctica. No debe ser contemplativa.
Nuestra zona de comodidad no es el mejor lugar para servir a Dios. Usted puede esgrimir todos los argumentos que le parezcan para no hacer nada, porque se pudiera contagiar y es verdad, se puede contagiar y hasta pudiera morir, pero en el fondo usted sabe que, como cristianos, estemos donde estemos, debemos hacer la obra que el Señor nos ha mandado a hacer y nuestras vidas siempre estarán al filo de la navaja en el servicio al Señor.
Jesús dijo: "Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros, como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando". Juan 15:12-14.
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