Mientras algunos militares, como el ex ministro de defensa, Efraín Vásquez Velasco, entre otros, se pronunciaban contra Chávez, Baduel argumentaba la defensa de la institucionalidad.
Nunca tomó partido a favor del ultraderechista Pedro Carmona Estanga. Esperó hasta el final. Primero estaba su amigo y comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas. Obediencia y respeto a prueba de balas.
Sin embargo, frente a este apoyo ardoroso se esperaba, desde hace tiempo, que Chávez lo premiara con el máximo cargo en la Armada. Y no sucedió así. Se cayeron las apuestas. Designó a otros. Baduel no se desesperó. Le llegó su turno el año pasado. Tarde pero llegó. Y ahora Chávez pudo haberlo ratificado pero no lo hizo. Algo ocurrió entre los dos. ¿Será por eso que se la desquitó Baduel?
Y es que de verdad, hay muchos oficiales para tan pocas plazas. Me imagino el dolor de cabeza del Presidente cada vez que se acerca el mes de julio, el mes de los ascensos militares. Todos los mandatarios han pasado por lo mismo. Listas van y listas vienen.
Recuerdo que en la cuarta República era el Congreso Nacional quien evaluaba las credenciales de los futuros aspirantes a ascender. Era humillante ver a un oficial adulando a un diputado, dicho sea de paso ignorante y analfabeto funcional, con cuajaditas de queso y otras menudencias más para que lo ayudara.
La lista del Congreso era determinante pero el lápiz del presidente era discrecional. Muerta la cuarta República, la quinta es peor. Ahora es el propio presidente quien decide quién va para el baile y quién no. Aquí la Asamblea Nacional no cuenta para nada. El Jefe soy yo. La raya firme de la mano zurda es súper decisiva
Lamentablemente, el mérito para ascender militarmente en Venezuela no es la fortaleza académica y el tiempo de antigüedad, sino la lealtad hacia el Presidente y su compromiso con el gobierno socialista pro cubano. Quien cumpla con éstos dos últimos requisitos está hecho.
El recién nombrado ministro del Poder Popular para la Defensa, Gustavo Reyes Rangel Briceño, se caracterizó por sembrar en los cuarteles el lema "patria, socialismo o muerte… venceremos". Este fue su pasaporte. Fue inteligente, aprendió a conocer la debilidad del Presidente. Aduló sin cuajaditas, aduló con el verbo.
Este es el tipo de oficial que le gusta a Chávez, incondicional, adulador y ganado a su expansivo proyecto de socialismo latinoamericano. No gente como Baduel, que se formó en democracia, rechaza el autoritarismo, cree en la democracia y le cuesta decirle cuatro pendejadas al general Alberto Müller Rojas.
A veces la liebre salta por donde menos se espera. Chávez no es ningún tonto, es un animal político con mucho olfato. Tiene miedo que sus compañeros de armas lo tumben. No cree en nadie. Les aseguro que ya ordenó un seguimiento sigiloso e inteligente a su flamante ministro de defensa para comprobar si su lealtad es genuina u oportunista. Uno nunca sabe.
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