El gobierno del teniente coronel quiere manejar la economía del país como se maneja una bodeguita, en pleno siglo XXI y con la globalización que nos empuja todos los días.
Pareciera que los libritos que se leyó, de esos del siglo XVIII, como El Capital de Marx y otros parecidos de Engels, no sirven para la nueva realidad mundial.
El control cambiario es una aberración para el desarrollo económico de cualquier país y, en todo caso, si realmente funcionara, pues le daríamos la razón, pero el control cambiario se implementó en el país en el 2003 y nada más que este año, según un editorial de The New York Time, la inflación real en Venezuela alcanzó el 21 por ciento, el índice más alto en América Latina.
Las otras informaciones económicas que se manejan dentro del país, preparadas por los acólitos al presidente, para alegrarle la vida, hechas a la medida de lo que le gusta escuchar al creador de "la revolución bonita", son pura y mísera propaganda, pero sepa el teniente coronel que la economía sigue su curso propio, que es como el pupú de gato, que por más que el animalito trate de esconderlo, echándole arena, el mal olor cunde por doquier.
Es impensable en un país desarrollado que si una persona desea enviar dinero a su familia que vive en otra nación, usted tenga que inscribirse en una lista oficial de Cadivi y esperar hasta quince días para hacer efectivo el envío. En el otro caso, si es usted es el que recibe, aunque le envíen el dineo en euros o dólares, se lo pagan en bolívares al cambio oficial.
Para lo único que sirve el control cambiario, es para frenar a los contrarrevolucionarios, para que no tengan liquidez para montar los mecanismos de propaganda y puedan tumbar al gobierno, pero ese no es un tema económico, sino político.
Además, el gobierno siempre los tendrá en sus manos y en sus oficinas, para que les aprueben los dólares para las compras que tienen que hacer, pero todo esto en detrimento del desarrollo económico normal de la nación.
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