La frustrada primavera árabe en Siria ha causado más de 100.000 muertos, ha tambaleado los cimientos de la diplomacia occidental y amenaza con dinamitar el precario equilibrio sectario en la región. Pero, además, ha enfrentado a los periodistas con viejos y nuevos dilemas de la profesión.El uso y abuso de freelances en zona de guerra, en tiempos de adelgazados presupuestos en los diarios, o el reto de informar empotrado en uno de los bandos en conflicto han sido los más analizados. En las últimas semanas, sin embargo, un nuevo asunto ha despertado cierta polémica. Las críticas que ha suscitado la entrevista al presidente sirio, Bachar el Asad, en el diario Le Figaro, a principios de mes, fueron el detonante de un debate complejo y plagado de matices. ¿Debemos los periodistas dar voz a los dictadores y asesinos? ¿Deben servir los medios de comunicación de plataforma para que los sátrapas difundan su propaganda?