No es la primera vez que el presidente de Irán, Mahmoud Ahmadinejad, promete borrar a Israel de la faz de la tierra, ni ha sido el único en jugar en su mente con esa idea, si los judíos osan atacar de nuevo al Líbano.
Esta vez el extremista iraní, sin duda fortalecido por el poder nuclear que, según investigaciones serias, ya poseen, habló en Teherán frente al sepulcro del líder de la Revolución Islámica, Ruhollah Khomeini.
Dijo textualmente el hombre fuerte de Irán: "Si Israel ataca de nuevo a Líbano, se tiene que preparar para la furia de las personas del Medio Oriente".
Lo que sucede es que la nación de Israel es vista en el Cercano y Medio Oriente como un enclave norteamericano, pero no crean los iraníes que la misión será tan fácil como accionar una bomba para acabar con Israel, porque no hay la menor duda de que la respuesta será tan contundente como nunca la han visto, porque los iraníes saben que Israel tiene los medios para hacerlo si se sienten amenazados, el punto está en quién lo hará primero, allí es dónde radica el problema.
"Timing" dicen los gringos. El momento adecuado para hacerlo y eso me preocupa como ser humano, porque en esta escalada de violencia continental entre gobiernos constituidos el último perdedor será el ser humano común y corriente. Los que se aproximan a una guerra, de las dimensiones de la que se está planteando, de alcances nucleares, no les importa morir en el intento, pero los millones que no están en esta misma onda, serán los perdedores.
La raza humana espera algo más de un dignatario de cualquier nación del mundo: que tenga cuatro dedos de frente y respete el derecho que todos tenemos a existir, sin importar las posiciones políticas, ideológicas o religiosas, que pareciera que son las que están en el fondo del problema entre Irael-Irán (el Islamismo y el Judaísmo).
Foto cortesía del Espectador de Colombia