El estadounidense William Morgan murió fusilado en La Habana el 11 de marzo de 1961 cuando solo tenía 32 años. Su nombre hoy dice poco, pero a finales de los años cincuenta del pasado siglo fue célebre porque llegó a ser comandante de la Revolución cubana que derrocó al dictador Fulgencio Batista y encumbró al poder a un joven Fidel Castro, contra el que terminaría conspirando. Tras su muerte, Estados Unidos y Cuba, dos enemigos irreconciliables en el último medio siglo, coincidieron en sepultar su memoria, como si fuera un testigo incómodo, la apasionante historia de un aventurero desconcertante.