Fundada en el año 884 por el conde Diego Rodríguez Porcelos, bajo el reinado de Alfonso III, la ciudad de Burgos conserva la impronta de siglos que pusieron en ella sus fundadores.
Toda la ciudad tiene rincones, plazas y callejas de sabor singular y belleza resaltada, no sólo por sus monumentos, sino por los hermosos parques que invitan a pasearla, disfrutando de sus múltiples encantos.
Desde el Cerro del Castillo, mirador privilegiado de la ciudad, Burgos aparece al alcance de nuestra mano, mostrándonos el entramado de sus viejos barrios presididos por la singular estampa de la catedral, que despliega ante nosotros toda su grandeza con el encanto de torrecillas y chapiteles disparados, cual pétreas saetas de piedra cincelada, hacia los cielos azules y puros de Castilla.
Y en torno a ella, las iglesias góticas de San Esteban, San Gil, San Nicolás y Santa Águeda; un poco más allá, San Lesmes y a las afueras de la ciudad, el espléndido conjunto del Real Monasterio de las Huelgas y, a lo lejos, como perdida entre verdores de pinares, la Cartuja de Miraflores.
FUENTES BLANCAS
Así se llama uno de esos parques encantadores que bordean la ciudad de Burgos. Es una reserva forestal con todas las condiciones para acampar, hacer picnics o simplemente pasar un rato fuera del bullicio de la ciudad.
Este parque, ubicado a escasos tres kilómetros de Burgos ciudad, fue el escenario de la culminación de las Fiestas Patronales de San Pedro y San Pablo, que los burgaleses disfrutan a todo dar, entregándose al disfrute de las comidas típicas, como los pinchos de morros (pinchos asados de cachetes de puercos), los pinchos morunos (pinchos de carne de vaca con pedacitos de cebolla asados), pinchos de morcillas (las burgalesas tienen la fama en España de ser las mejores).
Además puedes degustar finos vinos, calimochos (mezcla de vino tinto con coca-cola) o tomar tu cerveza favorita. Es un espectáculo ver a la gente tirada a lo largo y ancho del parque, debajo de los árboles o en sus carpas, disfrutando simplemente la vida, cocinando su parrillita, o comprando de lo mucho que Las Peñas burgalesas traen para esa ocasión tan especial.
Esto es una semblanza de lo que es Burgos y su gente, pero no hay palabras para transmitir el sentir burgalés del derecho a la vida y a contemplarla en completa armonía con sus semejantes y con el medio ambiente. Hay que estar en Burgos para apreciar el torrente de emociones que despiertan sus coterráneos.