El Gobierno de Venezuela se ha propuesto un hito histórico: arruinar al país con las mayores reservas de petróleo del mundo, fundador de la OPEP, sin necesidad de una guerra, sino a base de descontrol económico, dejadez en la inversión y decisiones inexplicables. El abandono de la empresa petrolera estatal, PDVSA, ha hundido la producción en casi un 50% en los últimos años, y las incomprensibles medidas tomadas por Nicolás Maduro han situado al país ante una situación increíble: un país que (todavía) produce y exporta grandes cantidades de gasolina sin obtener apenas beneficio.