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miércoles, 1 de diciembre de 2010

La bondad del Presidente

A raíz de los fuertes aguaceros caídos en todo el territorio venezolano, que puso a brincar y a saltar a más de uno, vimos al Presidente Chávez derrochando bondad y amor, por supuesto, trajeado de verde olivo y con un montón de estrellas que, de verdad, yo no sé descifrar, lo único que sí sé es que desde la Asamblea Nacional y en los actos realizados en su honor, todos le dicen "Ciudadano, Presidente, Camarada, Comandante, Comandante en Jefe, etc.".

Yo lo vi con mis propios ojos a través de VTV --su canal y el de la Revolución--, metido en lo que él dijo era el sótano o un sótano del Palacio de Miraflores, porque supongo que tiene varios. Como siempre, estaba rodeado de sus muchos guardaespaldas y de sus muchos aduladores. Dijo también que allí habían llevado a 20 familias damnificadas y que estarían allí por lo menos un año, mientras construyen un edificio, aquí en Caracas, y los reubiquen.

Hasta aquí todo bien y hasta es encomiable la entrega y el desapego del Presidente de poner a disposición de algunos necesitados las instalaciones del centro del poder del gobierno y --hasta dijo-- que todo el personal que labora en Palacio estaría dispuesto a mudarse a otro lado para ceder las oficinas a más personas damnificadas.

Pero --siempre hay un PERO, diría mi madre--, lo que se ve como una gran bondad del Presidente, no es más que el producto de la ausencia de planes de contingencia del gobierno nacional para casos de tragedias como éstas. Es una burda improvisación. Aplaudo su disposición para con 20 familias, pero los damnificados en el país se cuentan por miles, sin incluir los muertos, heridos y pérdidas materiales, que para los pobres significa todo.

Tengo que aplaudir también, por supuesto, a sus estrategas, especialistas en propaganda, porque de verdad le quedó como anillo al dedo, ya que no es fácil convertir una tragedia nacional en puntos positivos para el gobierno y el Presidente lo hizo con el caso de la emergencia causada por las lluvias: quedó aparentemente bien y lo que el pueblo vio fue su bondad, en lugar de ver las deficiencias del gobierno.

Lo que algunos tan críticos como yo vieron como una "burda improvización", por la carencia de planes de contingencia; otros, gracias al poder de la propaganda, vieron a un Presidente en traje de campaña que dejaba su "agenda mundial" (¿quién sabe en qué lugar del planeta lo necesitarían en ese momento?) para interactuar con algunos damnificados y poner, nada más y nada menos que el Palacio de Miraflores a su disposición.