Mostrando las entradas con la etiqueta Peor el remedio que la enfermedad. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta Peor el remedio que la enfermedad. Mostrar todas las entradas

viernes, 27 de julio de 2007

Chávez: de cordero a lobo feroz

Un día como hoy, 27 de julio de 1999, el presidente venezolano, Hugo Chávez Frías, prometió restaurar la moral de una "nación putrefacta".

Se refería entonces a las acciones de los gobiernos adeco-copeyanos
que le antecedieron quienes, ciertamente, ejercitaron el populismo y la corrupción con elevados niveles trayendo como consecuencia que emergieran figuras como él, con un mensaje fresco y lleno de optimismo.

Su lenguaje tocó las fibras de las clases más desposeídas. El pueblo se identificó con su verbo agresivo y punzante. Pero transcurridos ocho años de aquella expresión, el país se encuentra abatido por la incertidumbre de un futuro incierto, con un gobierno más inmoral y putrefacto que nunca, con gravísimas denuncias de corrupción en la industria petrolera.

Con un presidente que se pelea con todo el
mundo. Con los empresarios, con la iglesia católica, con los presidentes de otros países, con la dirigencia local, con los medios de comunicación. En fin, con casi todo el mundo.

El Hugo Chávez de hoy no es ni la sombra de lo que fue ayer. Hace
algunos años encarnaba cierta esperanza. Prometía respetar la propiedad privada y estimular la producción nacional.

Prometía
modernizar al país con un nuevo modelo de gerencia política. Pero hoy hace todo lo contrario, sigue al pie de la letra el abc de la revolución cubana la cual, por cierto, ha sido un estruendoso fracaso. Y si no que lo digan los entrenadores, deportistas y médicos cubanos que se exilian a cada rato porque no aguantan más a Fidel Castro.

Chávez se da el lujo de confiscar tierras completamente productivas,
estimula las invasiones, genera crisis en las universidades, amenaza a la banca, las clínicas y los colegios privados con la nacionalización. No ha restaurado nada. Por el contrario, ha instaurado su comunismo. El corderito de ayer resultó ser un lobo, con los dientes bien afilados.

En cualquier momento se cansa y termina de darle el zarpazo
final a lo que queda democracia. A él ya no le importa lo que piense la comunidad internacional. No tiene vergüenza. Le sabe a nada. Tiene razón el cardenal hondureño: Chávez se cree Dios. Que el Todopoderoso nos agarre confesados.