Son las cuatro de la tarde en un barrio del oeste de Oslo. Acaba de terminar una junta en la sede de la Confederación Noruega de Empresarios (NHO) y los participantes salen del edificio acristalado hacia un frío día de abril.
Una mujer con un maletín y tacones habla por el móvil. Adelanta a dos hombres trajeados que, entre bromas, dejan el recinto atrás. La vicepresidenta de una compañía se ciñe el abrigo y cruza la puerta. Un goteo de hombres y mujeres vacía el edificio.
La imagen, no alejada del equilibrio e impensable en otros lugares donde la palabra negocios se asocia a hombre, escenifica una realidad en el mundo corporativo de Noruega; el primer país que decidió establecer por ley la paridad en los Consejos de Administración de las grandes empresas. La polémica medida, que establece una cuota de al menos un 40% de mujeres en estos órganos, ha logrado que los sillones que estas ocupan pasen del 7% en 2002 al 44% en 2010.