Los ojos de Linor Abargil –sombra lila, rímel negro, exceso de purpurina- estaban cargados de lágrimas. Su boca tan pronto se congelaba, apretando los labios, como dejaba escapar una extraña sonrisa. Con la corona de Miss Mundo sobre su cabeza, su reacción parecía natural, el desconcierto de la ganadora. Pero había más: apenas seis semanas antes de ganar el concurso en las Islas Seychelles en 1998 la joven israelí había sido brutalmente violada a punta de navaja. Solo su familia y la Policía lo sabían.