¿Qué pasaría si nuestro cuerpo tuviera un termostato como el de una casa, que si le subes la temperatura envejecerías más rápido y si la bajas te deteriorarías a un ritmo más lento? ¿Qué pasaría si lográramos descubrir dónde está ese termostato y pudiéramos vivir por cientos de años con la vitalidad y apariencia de alguien de 30? Eso es lo que durante décadas ha estado descifrando la científica estadounidense experta en envejecimiento Cynthia Kenyon.