Yoanys Sánchez
Tenía yo una queratitis bastante agresiva en el ojo izquierdo. Era el resultado de la poca higiene del albergue y de las sucesivas conjuntivitis mal cuidadas. Me recetaron un complejo tratamiento, pero después de un mes de colirios seguía sin notar ninguna mejoría. Me ardían los ojos al mirar las paredes pintadas de blanco y las zonas donde se proyectara la luz del sol. Los renglones de las libretas se mostraban borrosos y observar mis propias uñas era un imposible. Yanet, la muchacha que dormía en la litera de enfrente, me contó lo que ocurría. “Te roban la homatropina para tomársela, cogen tremendo vuele y después te rellenan el frasco con otra cosa”, me dijo en un susurro frente a las duchas.