Imagínese una mesa repleta de alimentos exquisitos. Imagínese a un grupo de mujeres, jóvenes y hambrientas, frente a esos platos deliciosos. Están obligadas a ingerir esa apetecible comida, pero eso implica un enorme peligro para ellas: pueden morir. Ese es el terrible dilema al que se enfrentaban en 1942, en plena Segunda Guerra Mundial, las 15 mujeres que se encargaban de probar la comida de Adolf Hitlerpara evitar que el líder alemán pudiera ser envenenado. Nadie sabía de su existencia hasta que en diciembre de 2012 una de ellas, Margot Wölk, decidió poner fin a 70 años de silencio y desvelar que Hitler contaba con un grupo catadoras de alimentos y que ella formó parte del mismo.