Era el verano de 1968 y México se encontraba ante la oportunidad demostrarle al mundo por qué estaban llamados a liderar América Latina. En lo económico, crecía a un ritmo anual del 8% del PIB, gracias a las reformas del presidente Gustavo Díaz Ordaz y también a los acontecimientos deportivos de los que sería sede: Juegos Olímpicos del 68 y Mundial de fútbol de 1970. No obstante, en un país calificado entonces como 'la dictadura perfecta', donde sólo había gobernado un único partido, el PRI, las injusticias y desigualdades no tardaron en traducirse en un palpable descontento social.