Por Marc Saint-Upéry
Ria Novosti Rusia
Mientras Libia arde y una serie de países de la región están pasando por varias etapas de agitación o por un delicado proceso de transición a la democracia, Irán sigue siendo un enigma para el mundo y para sí mismo.
Es casi un eufemismo decir que el nacionalismo iraní se caracteriza por ser tan soberbio como autocentrado. Mucho más que su supuesta enemistad con Occidente (una bandera ideológica de la República Islámica, no un sentimiento muy profundo), un desprecio mal disfrazado por los Árabes es uno de los rasgos más prominentes de la identidad moderna de Irán.
Por supuesto, todo se complica por el hecho de que estos indeseables invasores nómadas trajeron a Persia el mensaje del Profeta, el mismo que está en el corazón de su civilización tradicional y de algunas de sus instituciones políticas actuales.