Isaac Brown tiene 5 años y no siente dolor. De ningún tipo. No importa que se rompa un hueso, coloque la mano en un horno encendido o la introduzca en una taza de café hirviendo o sujete un cristal afilado para avisar a su madre de que ha roto un vaso. Su caso, que tiene en vilo a sus padres, lo aborda ABC News. Todo un desafío para los médicos, la explicación de la incapacidad del pequeño Isaac para experimentar dolor se resume en dos palabras: mutación genética. Una alteración que impide que se active en su cerebro ese mecanismo que casi todos llevamos incorporado, y que nos avisa de que nuestro cuerpo está sometido a algún tipo de elemento potencialmente perjudicial para nuestra salud.