El papa alemán fue el presidente, durante décadas, de la Congregación para la Doctrina de la Fe, la antigua inquisición romana, durante el reinado de Juan Pablo II y fue el encargado de redactar las confesiones sobre el cielo y el infierno, promulgadas por su antecesor y que dieron mucho de qué hablar en su momento.
EL CIELO DE JUAN PABLO:
Las afirmaciones de Juan Pablo II las hizo en el verano de 1999, en cuatro audiencias consecutivas, cada una dedicada a desmontar la credulidad popular sobre el cielo, el purgatorio, el infierno e, incluso, el diablo.
"El cielo", dijo entonces el pontífice polaco, no es "un lugar físico entre las nubes". El infierno tampoco es "un lugar", sino "la situación de quien se aparta de Dios". El Purgatorio es un estado provisional de "purificación" que nada tiene que ver con ubicaciones terrenales. Y Satanás "está vencido: Jesús nos ha liberado de su temor".
La homilía sobre el infierno la pronunció el papa Juan Pablo II en la audiencia del miércoles 28 de julio de 1999. Dijo: "Las imágenes de la Biblia deben ser rectamente interpretadas. Más que un lugar, el infierno es una situación de quien se aparta del modo libre y definitivo de Dios".
EL INFIERNO DE RAZINGER:Ahora, el papa alemán no cree igual que su antecesor e incluso, su teología sobre el cielo y el infierno, se aproxima más a la concepción bíblica sobre estos temas.
La proclamación de que "el infierno existe y es eterno" es la continuación de esa estrategia papal. Lo curioso es que su antecesor, el polaco Juan Pablo II, muerto hace dos años, corrigió a fondo y en la dirección contraria el concepto tradicional del catolicismo sobre el infierno.
DE VUELTA AL PASADO
La decisión de Benedicto XVI de volver a poner sobre la mesa, sin matices, la idea del infierno eterno choca con ese pasado reciente. No es su primera vuelta al pasado. También ha autorizado las misas en latín con el oficiante de espaldas a los feligreses, por citar un sólo ejemplo.
Lo curioso es que hace menos de un año, el 6 de octubre de 2006, este papa mantenía el timón de Juan Pablo II haciendo público el documento de los expertos sobre la inexistencia del limbo, otra de las piezas señeras del Más Allá católico.
Sobre las misas en el idioma latín, a más de mantener viva lo que llamaría la fuente de donde se nutre nuestro Castellano, no tiene ningún otro sentido, porque en en este mundo globalizado y de la inmediatez y donde la gente no se traga todo lo que le dan, sino que quiere saber qué es lo que le están dando, de seguro que hacer una liturgia en un idioma extraño al hablado por la población, no es más que una ridiculez.