Desde su nacimiento en el siglo XVIII, la antropología física se centró en el estudio de los restos de esqueletos humanos. Su objetivo era observar los fenómenos evolutivos y de la variabilidad humana. Por ejemplo, los rasgos europeos eran considerados "superiores, equilibrados, hermosos", y eran el reflejo exterior de la "inteligencia y la educación" que caracterizaban a todo europeo. En el otro lado estaban los rasgos africanos, considerados "primitivos y poco atractivos", símbolo de una población "ignorante e incivilizada" según los naturalistas y antropólogos del siglo XVIII.