La historia que han repetido con una mezcla de asombro y miedo periodistas, académicos y políticos de todo el mundo comenzó en 1991, en una corte australiana.
Ante el juez acudió un joven desgarbado, con el cabello largo de un tono áureo, casi blanco. Con la misma vocecita que hace de sus raras entrevistas un desafío al oído, Julian Assange -que por entonces tenía 20 años- se declaró culpable de 26 cargos de acceso ilegal a una red electrónica (Nortel) y se convirtió en el hacker más famoso de su país.
Casi 20 años después de su paso por la corte, en donde el juez elogió su "inteligente curiosidad", la fama de Assange ya no es sólo nacional. Dependiendo de quién lo describa, el australiano es hoy un héroe global de la causa por la libertad de información o una amenaza real a la seguridad nacional de países como Estados Unidos.