La invasión de Irak llegó acompañada de un discurso según el cual, libres de Sadam Hussein, los iraquíes obtendrían paz, prosperidad y democracia, al tiempo que Estados Unidos se hacía con otro socio en la región. La gran paradoja que deja en evidencia la salida de los últimos militares estadounidenses es que, al borrar a Sadam Hussein del mapa geopolítico de la región, Washington estaba, antes que nada, allanando el camino a Irán. En sus mejores sueños, el gobierno de Barak Obama espera que después de sacar del país a su último soldado, comience una nueva era en las relaciones con Irak y que el país se convierta en un socio comercial.