Hace casi dos décadas los pasillos del edificio de la Esquina de Tejas, en La Habana, se llenaron de reclamos cuando la Empresa de Telecomunicaciones de Cuba (Etecsa) asignó una decena de líneas fijas para distribuir entre cientos de vecinos. Hoy, la mayoría de aquellos afortunados ha vendido la titularidad de su servicio telefónico porque nunca imaginaron que algún día el fijo tendría una nueva vida gracias a internet.