Cuando José Luis Rodríguez Zapatero aterrizó en Caracas en diciembre de 2015, dispuesto a participar como observador en las elecciones parlamentarias, no sólo descubrió un territorio tropical repleto de espinas políticas. También se encontró de bruces con el escenario ideal para liderar una gesta que le congraciara con la política tras el castigo popular provocado por la crisis económica. Comenzó a soñar con desenredar el nudo imposible, llevado por su natural buenismo, mientras fortalecía su sintonía con Nicolás Maduro y los hermanos Rodríguez, Delcy y Jorge, además de con ciertos opositores.