“Yo soy venezolana y no puedes esperar que respete las reglas”. Con estas soberbias y provocadoras palabras, respondió una mujer a un miembro de la junta vecinal en una ciudadela con acceso controlado en Aventura, cuando este la conminó a cumplir las normas de la nueva urbanización. Muchos propietarios venezolanos en la vecindad han reaccionado similarmente –con insultos, amenazas y soplos de superioridad– cuando se les ha pedido acatar el orden público que atañe la convivencia.