A pesar de las cualidades milagrosas que se le atribuyen, científicos austríacos descubrieron que el 86 por ciento de las muestras de agua bendita contienen materia fecal. Asimismo, afirman que las fuentes de las iglesias tienen altos niveles de bacterias y que ninguno de los manantiales sagrados puede catalogarse como seguro para el consumo humano.