La Venezuela profunda sufre en las últimas horas el efecto contagio provocado por el hambre, cuyos principales síntomas son los saqueos y las protestas al grito de "¡Queremos comida!". Una tormenta perfecta, sin tintes políticos, que se abate sobre las clases populares, impedidas de guardar la "cuarentena radical y obligatoria" impuesta por Nicolás Maduro por la falta de alimentos y por sus precios desorbitantes.