jueves, 27 de agosto de 2020

Desaparición, cárcel o asesinato: el cruel destino de los CHAVISTAS que se atrevieron a denunciar al régimen


El habilidoso operador político José Vicente Rangel, quien ha logrado disfrutar de las cercanías del poder en los gobiernos de Carlos Andrés Pérez como de Hugo Chávez y Nicolás Maduro, dijo, en un acto celebrado en el Teatro de Caracas, en junio de 2016: “Nosotros no tenemos las manos teñidas de sangre, la sangre es lo que nos separa de ellos”, en clara alusión a los gobiernos anteriores a la revolución. Y es que entre los argumentos de dirigentes chavistas para justificar la llegada de la revolución al poder está la cárcel, tortura, desaparición o asesinato de dirigentes a manos de dos desaparecidos organismos, el Servicio de Inteligencia de las Fuerzas Armadas (SIFA) y la Dirección General de Policía (DIGEPOL), en gobiernos especialmente de Rómulo Betancourt y Raúl Leoni. Los nombres más simbólicos, que se han repetido como estribillo: los asesinados Jorge Rodríguez, Fabricio Ojeda, Alberto Lovera, así como el desparecido Argimiro Gabaldón y muchos más.

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