En 2017, Raúl Gorrín, uno de los empresarios venezolanos más cercano al gobierno de Nicolás Maduro, vivía a sus anchas en Miami. Se reunía con constructores de la ciudad que le mostraban proyectos en los que invertir, paseaba en un yate de lujo por la bahía y llevaba una agitada vida social en su mansión en Cocoplum, uno de los barrios más exclusivos del sur de la Florida. En el comedor de esa casa, hoy confiscada por el gobierno de Estados Unidos como parte de una acusación por cargos de corrupción y lavado de dinero contra Gorrín, tuvo lugar una extraña reunión entre personajes que prefirieron mantenerla en secreto.
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