Hacíamos ayer de abogados del diálogo, sin calcular cómo un grupo de simuladores se apresuraba a tomar el testigo de los fracasados tratos de Barbados. Conviene explorar salidas parecidas a las que se cayeron después de los intentos de Noruega para remendar el capote venezolano, decíamos, sin imaginar que el usurpador y sus secuaces tenían en la antesala a los continuadores de lo que parecía un juego trancado. ¡Pero qué clase de continuadores!
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