Tamara, quien ya cumplió los sesenta años, se enfurece cuando el almanaque le advierte que vivirá otra vez un 8 de marzo. Esta mujer imagina un imposible, sueña con que esa fecha desaparezca del calendario, que ocurra un salto después del siete, que se anuncie el nueve sin que sea necesario vivir el ocho. Cada año lo mismo; siempre se ve obligada a inventar alguna coartada para no salir de su casa, para no tener que trabajar.
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