José Leonardo Maldonado selecciona a sus clientes desde la entrada de su casa. Los ve llegar arrastrando con sus maletas en búsqueda de hospedaje. “Cuando entran y salen rápido del hotel, con los mismos equipajes, yo intuyo que no tienen casi dinero para pagar y ofrezco en alquiler una de mis habitaciones por menos precio”, relata. Los carteles en la fachada de su vivienda ofertan “pasar una noche” en un dormitorio por 15.000 o 20.000 pesos colombianos (entre 4,7 y 6,3 dólares) no son suficientes. La competencia en San Antonio del Táchira, la última ciudad de la frontera venezolana antes de cruzar a Colombia, ha crecido al ritmo de la emigración.
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