Nada queda de la 'Revolución bonita' de Hugo Chávez, mucho menos de la 'suprema felicidad' de Nicolás Maduro. Venezuela se asemeja hoy a un paciente ingresado en la unidad de cuidados intensivos, con pronóstico entre muy reservado y crítico. Un día falla un órgano, otro día es una bacteria hospitalaria la que arremete contra el enfermo. Al siguiente, se corta el suministro eléctrico o no llega el agua a ninguna planta del hospital. También escasea la comida para el enfermo.
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