En una genial voltereta espacio/temporal, decenas de teléfonos comenzaron a sonar en 2015 a lo largo de la A-6, la carretera de La Coruña, justo a la salida de Madrid. Ring, ring. Majadahonda, Las Rozas, Pozuelo incluso. Como un reguero de pólvora, como hiedra creciendo a su bola, los teléfonos comenzaron a sonar. Los descolgaban madres, abuelas, señores, la inevitable asistenta. Al otro lado les esperaba una singular obra de teatro, hiperrápida y con acento latino. «Tenemos a su nieto». «Tenemos a su hijo». «Envíenos X dinero en X minutos o no lo volverá a ver». «Corra, corra que VAMOS A MATARLO». «LO MATAMOS: pague».
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