La arqueóloga Ximena Chávez entrenó sus dedos, su olfato, sus ojos, en las excavaciones del Templo Mayor de Tenochtitlan, la santa catedral del imperio mexica -no azteca, mexica, la equis como ese hache-, ubicada en el subsuelo del centro histórico de la capital mexicana. Se especializó en el estudio de los huesos, restos humanos rescatados después de pasar siglos bajo tierra. Por las muescas y hendiduras de un trozo de costilla de hace 500 años, Chávez sabe cómo, cuándo y para qué mataron a su dueño. Con qué objeto.
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