"¿Quiere ganarse una plata?". Fue tan sólo una frase, pero bastó para convencer a María*. "No teníamos nada que comer…", lamenta esta costarricense de 46 años, arrepentida de su pasado. El trato era sencillo: 200 dólares por una boda… con un ciudadano chino. "Me contactó una muchacha, de fuera del barrio, y me dijo si quería ganarme una plata casándome y que me divorciaban luego", cuenta María arropada por sus hijas y nietos en las calles de San José, en busca de alguna ayuda para alimentar a su familia.
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