Gabo en tierra de cachacos por Plinio Apuleyo Mendoza
El hombre clave en la vida del nobel, recuerda el simpático comienzo de la amistad que los unió. ¿Dónde nos conocimos? En un café, hace muchísimo tiempo, cuando Bogotá era todavía una ciudad de mañanas heladas, de tranvías lentos, de campanas profundas, de carrozas funerarias tiradas por caballos percherones y conducidas por cocheros de librea y sombreros de copa. Él debía de tener unos 20 años y yo, 16.
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