El sector inmobiliario de China no sabe de burbujas. O, por lo menos, no conoce el efecto de su explosión. El precio de las propiedades sube y sube, y cuando parece que las medidas introducidas por el Gobierno para enfriar el mercado van a hacer efecto, vuelve a subir. Así, la vivienda se ha convertido ya en un sueño inalcanzable para la mayoría de la población, que necesita varias vidas para pagar un apartamento en su ciudad. Pero una pequeña minoría se ha hecho de oro. Lo sabe bien Yang Huiyan, que vuelve a convertirse en la mujer china más adinerada seis años después de haberse aupado por primera vez a lo alto del podio.
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