Del joven Nicolás Maduro enviado a Cuba a estudiar teoría comunista con los hemanos Castro quedan apenas unas cuantas fotos tomando cervezas y mojitos con sus amigos y un fiero discurso antiimperialista. En sus gustos y costumbres, Maduro se ha convertido en un burguesito amante de la buena mesa, las casas de lujo y las playas paradisíacas. Su flamante esposa y vieja compañera, Cilia Flores, diez años mayor que él, nombrada por Hugo Chávez procuradora general de la Nación, y ahora primera dama, no le va a la zaga en el gusto por la buena vida.
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