Cada otoño cientos de miles de estudiantes en Uzbekistán son sacados de sus clases y llevados al campo a recoger algodón por poco dinero o nada a cambio. En caso de que las familias se opongan, deben pagar una multa equivalente a dos salarios semanales. Grupos de derechos humanos aseguran que los estudiantes también corren el peligro de perder su sitio en el colegio. "Uzbekistán tiene uno de los registros de violaciones de derechos humanos más atroces del mundo", dice Steve Swerdlow, del Centro de investigación de Asia para Human Rights Watch. "Su presidente, Islam Karimov, lleva 23 años en el poder y elimina cualquier oposición que se le haga". Los empleados del gobierno y del sector privado también se ven obligados a unirse a la cosecha y cumplir con las cuotas a sabiendas de que si no lo hacen, podrían perder sus puestos de trabajo.
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