Este 2013, en que tantos aguardan por la implementación de la Reforma Migratoria, puede convertirse en un año donde digamos muchas veces “adiós”. Aunque respeto la decisión de cada cual sobre radicarse aquí o allá, no deja de entristecerme la sangría constante de gente creativa y talentosa que sufre mi país. Asusta conocer la cantidad de cubanos que ya no quieren vivir aquí ni criar sus hijos en esta Isla ni realizar sus proyectos profesionales en territorio nacional. Una tendencia que en los últimos meses me ha hecho despedir a colegas y amigos que partieron al exilio, vecinos que vendieron sus casas para costearse un vuelo hacia cualquier lugar; conocidos a los que dejé de ver y unas semanas después me enteré que habitaban en Singapur o en Argentina. Gente que se cansó de esperar, de postergar sus sueños. Pero alguien tiene que quedarse para cerrar la puerta, apagar la luz y encenderla nuevamente. Muchos tienen que quedarse porque este país tiene que volver a nacer con ideas frescas, con gente joven y propuestas de futuro. Al menos la ilusión tiene que quedarse, la capacidad de regeneración debe permanecer aquí; el entusiasmo aferrarse a esta tierra. En este 2013, entre los muchos que se queden tiene que estar definitivamente la esperanza.
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