En 1980, siendo piloto de la Fuerza Aérea Ecuatoriana, sufrí un gravísimo accidente mientras realizábamos vuelos para comunidades en lugares remotos de la Amazonía. Quedé al borde de la muerte, con una lesión en la médula. Los médicos que me atendieron en Quito dijeron a mis familiares que, en vista de la gravedad de la lesión, mis esperanzas de vida eran muy pocas. El accidente causó una parálisis de miembros superiores e inferiores –cuadriplejia, en términos médicos. Desafortunadamente, hace 30 años mi país no contaba con las facilidades médicas para atender estos casos.
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