Desde que Raúl Castro asumió el mando debido a la enfermedad de su hermano Fidel, hace más de cuatro años, expresó la necesidad de introducir cambios "estructurales" en el modelo económico para hacer sostenible el socialismo cubano, cada vez más carcomido por la ineficiencia.
Desde entonces, diversas medidas de corte aperturista han sido adoptadas, las primeras tan elementales como permitir que los cubanos se alojen en hoteles o puedan comprar un ordenador o un teléfono celular, y otras que implican transformaciones de calado, como el reparto de tierras ociosas del Estado a los campesinos o la ampliación de los márgenes para la iniciativa privada.
En este tiempo, en paralelo a las consignas revolucionarias y los discursos estirados, ha ido avanzando y dibujándose un camino de reformas que, aunque tímidas y con vaivenes, han marchado en la dirección de una apertura económica, que no política.
Sin embargo, según el propio Castro admite, lo hecho hasta ahora es insuficiente. El VI Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC) tiene como único tema en agenda el económico, y debe aclarar algunas cosas fundamentales, como definir qué tipo de modelo es el que se busca y cuáles son los límites de los cambios, al menos los iniciales.
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