lunes, 13 de diciembre de 2010

Habla un testigo del Juicio de Nuremberg contra los criminales Nazis del Holocausto

La Agencia rusa de Información Novosti es uno de los pocos medios de comunicación que tiene el privilegio de disponer de información de primera mano sobre el Proceso de Nuremberg, que se celebró hace 65 años.

El actual jefe de redacción adjunto, Enver Mamédov, fue enviado al famoso proceso contra los criminales nazis por la Embajada soviética en Italia en calidad de intérprete.

En la actualidad, Mamédov tiene 87 años, pero recuerda con sorprendente viveza incluso los detalles más insignificantes de aquel proceso judicial y describe minuciosamente el comportamiento de cada uno de los acusados. Eran 24 y estaban entre las personas más despiadadas del siglo XX.

Entre los acusados se encontraban el Comandante Supremo de la Luftwaffe, Hermann Goering, el Jefe de la Gestapo, Ernst Kaltenbrünner, el General Gobernador de Polonia, Hans Frank… En la memoria de todos los asistentes al proceso estaban las ciudades de Varsovia, Rotterdam y Stalingrado, literalmente reducidas a cenizas, los campos de trabajo y exterminio, las ciudades polacas y bielorrusas que perdieron hasta tres cuartas partes de su población antes de la guerra, todo eso fue obra de aquellos hombres sentados en el banquillo de los acusados.

Enver Mamédov: "Observé que los acusados, cuando escuchaban los testimonios de los supervivientes, es decir, de sus víctimas, desviaban la vista o fingían estar muy ocupados en los papeles que tenían delante". Sus rostros no reflejaban ninguna manifestación de arrepentimiento, sólo indiferencia o fastidio. En un momento dado, se apagó la luz y se proyectaron las imágenes de los bulldozers amontonando cadáveres en los campos de concentración. Daba miedo mirar a la pantalla. Las caras de los acusados estaban iluminadas desde debajo y otra vez no vi ni rastro de arrepentimiento, aunque uno o dos aparentaron que se les salían las lágrimas".

EM: La impresión era que las personas sentadas en el banquillo de los acusados en sala del Tribunal en Nuremberg, eran lo que el filósofo ruso Piotr Bitsilli llamó “degenerados morales”. Para ellos el asesinato no era más que la interrupción mecánica de un proceso biológico. Y sólo anhelaban una cosa: que ese proceso biológico, que les mantenía vivos a ellos mismos, no se interrumpiera. Reconociendo con facilidad a otros como “lebensunwert” ("indignos de vivir", así era el término jurídico criminal empleado en el Reich), nadie lo consideró aplicable a su persona. Todos a su manera insistían en que eran inocentes.



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