Articulo de
Eduardo Escobar
El Tiempo/Colombia
Mis amigos de la izquierda rosa circulan en Internet una carta contra el secuestro canalla, el narcotráfico, y a favor del objetor de conciencia, tan digna que merece algunas anotaciones. La primera que se me ocurre es que la izquierda gaya, de la cual también formé parte un día, debe examinar ciertas ideas que nos hicieron en el pasado cómplices del arribismo político de los polvoreros, que acceden a los dorados olimpos del poder arrumando cadáveres entre humos de incendios, ahorrándose la paciencia de trabajar como hombres por el honor. Mientras la izquierda exquisita emite vagos manifiestos. Yo también cansé mi brazo suscribiendo esas diatribas retóricas. Pero me hablaron de Micomicoma y volví a casa.
La condena al narcotráfico, pase. Y a la violencia. Pero la carta, como todas las de la izquierda light, soslaya algunas cosas protuberantes. Muchos de mis amigos tienen en su biblioteca un altarcito al Che aunque sea discreto. Y su recuerdo echa a perder la seriedad de la misiva pacifista.
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