
Este tipo de anuncios viene acompañado de una inevitable preocupación -en especial, en medio de una oleada de compras militares en todo el continente y una generalizada alerta regional por una eventual carrera armamentista-. Asimismo, la sola mención de la palabra nuclear dispara tanto el pánico visceral asociado a la amenaza de las bombas atómicas, como la paranoia de quienes ven esta clase de energía como la antesala de la hegemonía política de un país sobre sus vecinos.
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