El hospital Fuxing, un destartalado edificio de los años cincuenta en el distrito central de Pekín, abrió las puertas del tanatorio a partir de las cuatro de la tarde de aquel domingo 4 de junio de 1989. Cientos de personas hacían cola en la calle, dispuestas a identificar a algún familiar en una de las dos salas destinadas a depósito de cadáveres, en donde cerca de medio centenar de cuerpos yacían extendidos en el suelo de cemento sobre unas mantas de lana burda o alguna sábana blanca manchada de sangre. La escena se repetía, a esa hora, en otras instituciones sanitarias de la ciudad.
LEER MAS:
No hay comentarios.:
Publicar un comentario